jueves, 16 de diciembre de 2010

CULTURAS E INTERCULTURALIDAD

Piura se caracteriza por ser una de las regiones más ricas del país, es una gran suma de potencialidades y posibilidades a nivel de recursos naturales. Sin embargo, la mejor riqueza con la que puede y debe contar nuestra región es, sin duda, su gente con sus usos y costumbres; toda su cultura que comprende las estructuras profundas de la vida humana manifestada a través de los valores, instituciones y prácticas concretas de toda sociedad así como la totalidad de significados y relaciones sociales que definen determinado tipo de colectividades humanas y las distinguen de otras. En Piura, sin duda tenemos un grande potencial cultural a nivel del litoral, el desierto y en sus alturas.

Sin embargo, este potencial humano no está siendo aprovechado. Por el contrario, las relaciones entres las culturales están marcadas fuertemente por la discriminación, el desencuentro y el enfrentamiento. Muchas culturas del territorio piurano se caracterizan por su elevado índice de pobreza y marginación que se visualiza en la ausencia y deficiencia de los servicios básicos, acceso limitado a los servicios de salud, educación y empleo, lo que los coloca en una situación de subsistencia. A ello tenemos que sumar la discriminación y el racismo de la que son víctimas. Ser cholo, serrano o paisano en Piura es arrogarse toda una carga peyorativa y despectiva que limita la libre expresión cultural de cada una de nuestros conciudadanos. Incluso, esta discriminación hacia el cholo, paisano o serrano la notamos desde las mismas élites políticas y públicamente se manifiesta en la degradación o ausencia de programas concernientes, por ejemplo, a la pequeña agricultura de la cual dependen muchos grupos culturales. A ello le sumamos la inacción del Estado a favorecer el diálogo y respeto entre las culturas. Por el contrario, en muchas ocasiones notamos una especie de movilización encubierta para desalentar procesos de interculturalidad y favorecer el desencuentro cultural con el fin de beneficiar a grandes intereses económicos.

Un caso paradigmático donde claramente podemos ver la discriminación existente en la región es el caso Majaz. Campesinos de las Provincias de Ayabaca y Huancabamba que se oponen a la explotación minera por considerarla una amenaza al medio ambiente, sobre todo al recurso agua, suelo y bosque. Esta oposición ha hecho que líderes y comuneros de dichas comunidades sean considerados como ignorantes, opuestos al desarrollo o en palabras de representantes del mismo estado como “agitadores sociales y manipuladores del pueblo”. Si bien un sector de la población reconoce el derecho de estos pueblos a defender su territorio, no se ha dejado de lado la desvaloración que se hace a los campesinos, a quienes en la actualidad se les cataloga como “salvajes”, “violentos”, con los que no se puede dialogar.

Ello nos lleva a afirmar que las culturas que se diferencian de la hegemónica son un enigma para la mayoría de personas y el Estado. Por ello es necesario salir al encuentro hacia los demás, encuentro que solo es posible en la medida que afirmamos nuestra propia identidad y promovamos una nueva forma de relacionamiento e interacción social y cultural en condiciones de igual y legitimidad. Como dice el reconocido Carlos Iván Degregori, el desafío de asumir, reconocer y convertir en un “activo social” esta enorme heterogeneidad cultural nos daría mayor solidez para estar intercomunicados con el mundo con relaciones de mayor igualdad.

Ante un panorama que discrimina y busca neutralizar a quien comparte culturas diversas es urgente y prioritario como afirma Catherine Walsh, apostar por construir sociedades interculturales, sustentadas en la riqueza de la diversidad, el respeto mutuo y la igualdad, es un requerimiento para la supervivencia pacífica y el desarrollo futuro de la humanidad. Pero la interculturalidad no va a venir hacia nosotros; nosotros, todos, tenemos la necesidad y la responsabilidad de buscarla y construirla.

martes, 7 de diciembre de 2010

ELECCIONES DESDE LOS JOVENES

ELECCIONES DESDE LOS JOVENES

En el Perú hay un fuerte discurso de apoyo y opción por los jóvenes de parte de las autoridades locales, regionales y nacionales. Se habla mucho de los y las jóvenes pero en la práctica se hace poco o casi nada por ellos, iniciativas a su favor son escasas en las agendas públicas y las pocas que han existido han sufrido lo que Eduardo Morón llama la volatilidad de las políticas públicas en el país, es decir, “un proceso arbitrario, determinado por la voluntad y las preferencias del gobierno de turno o por líderes individuales y fácilmente reversibles en un corto periodo de tiempo”. Surge entonces la necesidad de compatibilizar el discurso por los jóvenes con la acción por ellos.

Precisamente, para revertir esta incompatibilidad entre el discurso y la práctica, es que jóvenes de distintos lugares han tomado la decisión de entrar a la actividad política partidaria. Decisión que ha permitido ver a jóvenes en las diversas listas de las agrupaciones políticas que ostentaban llegar al poder local, provincial o regional. En el caso de Piura, concretamente en distrito de Morropón, hemos tenido un total de 35 candidatos a regidores de los cuales 11 son jóvenes entre los 18 y 29 años de edad que equivale al 31% del total de candidatos a regidores, cifra que duplica el porcentaje de la cuota joven que exige la ley. Datos similares se repiten a nivel de otros distritos como el caso de Santo Domingo donde el 30% de candidatos son Jóvenes y el Alcalde elegido juntamente a su segundo regidor es menor de 29 años; en el caso del Distrito de San Juan de Bigote el porcentaje es de 32%. A nivel regional, de los 8 consejeros elegidos para integrar el nuevo Consejo Regional el 25% son jóvenes.

Estas cifras confirman que la incursión de los jóvenes en la política ha tomado fuerza y es cada vez más evidente. Ello nos confirma la que los propios jóvenes sostienen, que su indiferencia a entrar a este campo no era a la política como tal sino al estilo y forma de hacer política en el país: corrupta y defensora de intereses personales de ciertos aristócratas que impiden la entrada o el protagonismo de nuevos personajes, ellos son quienes deciden quién entra, quién sale o quién lidera. Por otro lado, la ausencia de los chicos en la política peruana también es consecuencia del estado de marginación y exclusión de la que son víctimas.

Pero qué significa para los y las jóvenes el incursionar en la política partidaria. Los retos son grandes en este campo y el apoyo recibido a sus candidaturas en determinados territorios los obliga en primer lugar a desterrar los males de la política que por mucho tiempo han criticado. Su compromiso debe ser por la decencia política aunque muchos viejos políticos se empecinen en querer demostrar que esto es imposible en el país. Esta seudo política es la que los y las jóvenes están llamados a combatir desde sus propios principios, desde un auténtico ejercicio ciudadano para dar paso a la política como un ejercicio de servicio y amor, de convivencia diaria verdaderamente humana, digna y libre como sostiene Pedro Casaldáliga. Deben cuidar mucho de no imitar lo que el voto popular rechazó al apoyarlos viendo en ellos esperanza de cambio real y efectivo.

Otro de los retos que se les plantea a quienes están en este campo es el lograr mantenerse en él y no convertirse en meros protagonistas en tiempos de elecciones. Por el contrario hay que entender esa participación como algo que perdura en el tiempo y que siempre mantiene en la agenda publica los intereses de la ciudadanía. Las propuestas no sólo se plantean para un contexto electoral sino que hay que incidir constantemente para hacerlas realidad desde el espacio en el que se esté. El reto está en pasar de ser personajes electoreros a protagonistas contantes del desarrollo local, regional y nacional. Si bien las cifras de la participación de los jóvenes en el terreno político son alentadoras, lo serán mucho más en la medida que se incrementen y no hagan el típico paréntesis a lo que los partidos nos han acostumbrado: terminada la elección se termina el interés público, incluso el partido o movimiento. Por el contrario, entender que la participación política partidaria no se reduce a tal o cual elección sino que la movida continua y existen otras herramientas y espacios desde los cuales se continúa debatiendo y agendando los intereses de los pueblos: la vigilancia e incidencia política, los presupuestos participativos, las mesas sectoriales, los Consejos de Coordinación local y regional. Las demandas de los jóvenes son muchas que obligan cada vez más a superar los paréntesis políticos post elecciones.

Con aciertos y errores, con derrotas y triunfos los y las jóvenes están en la cancha política partidaria algo sin duda beneficioso para el país y la política que le permite respirar nuevos aires, nuevas estilos y nuevas formas de hacer, entender y sentir este campo.

RELACIONES HUMANAS EN EL TRABAJO

RELACIONES HUMANAS EN EL TRABAJO

Hace un par de años atrás fu invitado por una institución piurana a facilitar un taller a sus trabajadores, invitación que, desde luego, acepté encantado. El tema, desarrollo personal y desempeño laboral. Una de las cosas que me llamó la atención fue el alto grado de insatisfacción de los participantes respecto al trabajo que hacían. Las razones eran varias: sueldo bajo, jefes poco cercanos, ausencia de reconocimientos en el trabajo, pero sobre todo lo que más les hacía sentirse insatisfechos era lo que ellos llamaban “el maleteo”, el chisme y la poca o casi nula confianza entre sí que los había dividido en bandos. Situación que desde luego se repite en muchas otras instituciones donde el ambiente laboral que se vive se caracteriza por la sospecha, la desconfianza y relaciones humanas que lindan, en algunos casos, con la violencia y humillación.

No hay duda que el trabajo es un derecho que todos aspiramos alcanzar. Pero no sólo se trata de tener trabajo y ganarme unos soles para satisfacer mis necesidades. El trabajo va más allá; es un medio para alcanzar la realización plena, o sea, sentirme útil y aportar al bienestar de la comunidad, poner mis cualidades y dones al servicio de los demás, sentir que aporto en la construcción de un mundo mejor, me ayuda a mi reconocimiento y al conocimiento de mí mismo. Para ello, el ambiente laboral y las relaciones entre trabajadores son un aspecto crucial y fundamental. Un ambiente laboral lleno de desconfianza, donde impera el chisme y la zancadilla sencillamente se convierte en una jungla de escorpiones de la que todos desean escapar e impide alcanzar los objetivos tanto institucionales como personales ya que los trabajadores no realizarán bien su labor aunque quieran. En un ambiente tenso sencillamente es imposible trabajar y el trabajo se convierte en una carga pesada en vez de ser el medio que necesitamos para realizarnos.

Por tanto, si una institución desea ser exitosa es fundamental que no pierda de vista el tema de las relaciones humanas entre sus trabajadores, cuidar que estas sean respetuosas y honestas. Para nada se debe avalar el chisme o la zancadilla, por el contrario estar atento al sentir y qué hacer de las personas a través del diálogo transparente, la escucha empática, donde las diferencias y los problemas se resuelvan no atropellando sino de manera pacífica. Que el trabajador sienta que su institución apuesta por él, se empeña en él y cree en él. Para ello me permito dar algunas claves:

Una de las primeras cosas es el saludo fraterno entre trabajadores a la hora de entrada a las labores, te llena el alma y trasmite energía para empezar la labor, incluso nos permite tener un diagnostico de las mociones internas de las personas fortaleciendo las relaciones humanas. Además es importante fomentar momentos de fraternidad e integridad entre trabajadores que permita pasar de compañeros a amigos y sentirnos comunidad entes que un mero gremio. Por otro lado, para nada se debe descuidar la capacitación laboral y ello supone invertir en los trabajadores que trae como consecuencia mejor desempeño y cariño hacia la institución que lo acoge; la capacitación es parte del programa de reconocimientos a los trabajadores que debe tener toda institución. Todo esto, sin duda, va de la mano con el respeto a los derechos de los trabajadores.

Quizá esto pueda sonar irrelevante para algunos, pero no cabe duda que ya hay iniciativas en este sentido que están cosechando muchos logros a diferencia de quienes no las implementan y cuyos servicios se caracterizan por deficientes e ineficaces. El fin del trabajo no es ganar dinero sino una oportunidad para crecer y progresar como persona humana y para ello debemos apostar para hacer de nuestro centro de trabajo un hogar, una familia humana en la que prime primordialmente el respeto y porque no, el cariño entre unos a otros que nos haga sentir que lo que estamos haciendo, es sin duda, un gran aporte a humanizar este mundo que cada día sentimos que se convierte en algo sin sentido.

POLITICAS DE JUVENTUD

POLITICAS DE JUVENTUD

En el Perú, hablar de jóvenes es referirnos a los más de 7´635.596 de población nacional cuyas características más saltantes son la exclusión, marginalidad y pobreza en la que se encuentra el 72% de ellos[1]. Una realidad que se contradice con el común y manoseado discurso de apoyo y opción por los jóvenes por parte de las autoridades tanto locales, regionales y nacionales; se habla mucho de los y las jóvenes pero en la práctica se hace poco o casi nada por ellos. Programas, proyectos y otras iniciativas a su favor son escasas en las agendas públicas y las pocas que han existido han sufrido lo que Eduardo Morón llama la volatilidad de las políticas públicas en el país, es decir, “un proceso arbitrario, determinado por la voluntad y las preferencias del gobierno de turno o por líderes individuales y fácilmente reversibles en un corto periodo de tiempo”. Surge entonces la necesidad de compatibilizar el discurso por los jóvenes con la acción por ellos. En esto, los propios jóvenes son los primeros llamados a incidir para superar esta contradicción que les afecta directamente.

Es en el 2001, durante el gobierno de transición, que el Ministerio de Promoción de la Mujer y Desarrollo Humano (PROMUDEH) elabora los primeros lineamientos de políticas de juventudes con la finalidad de promover la incorporación de los y las jóvenes a la vida política, social, económica y cultural del país. Documento que marca el inicio de las agendas juveniles en el país, así como el saldo de una deuda con los jóvenes que buscaba revertir años de olvido del Estado hacia la juventud. Pese a lo que significó, su mayor debilidad de estos lineamientos fue que su elaboración corrió por cuenta de los “expertos” en temas juveniles con escaza participación de los y las jóvenes a lo que le sumamos las características más saltantes de las decisiones públicas en el país: debilidad para hacerlas cumplir.

Al siguiente año, el gobierno de Alejandro Toledo publica la ley del Consejo Nacional de la Juventud 27802, con la que nace una institucionalidad técnica con autonomía y especializada en juventudes: El Consejo Nacional de Juventud (CONAJU), un sistema integrado por la Comisión Nacional de Juventud (CNJ) y el Consejo de participación juvenil (CPJ) con jóvenes miembros de todo el país y con una instancia de coordinación entre los Ministerios, los especialistas y los jóvenes representantes. El CONAJU empieza un nuevo proceso de formulación de lineamientos que a diferencia de las del PROMUDEH significó el mayor esfuerzo de participación e inclusión de la sociedad civil y de los beneficiarios en el desarrollo de una política pública, incluyendo cerca de 25,000 jóvenes y expertos de todas las regiones del país, constituyéndose en los lineamientos más participativos de la historia del país. Sin duda, un proceso que revirtió el estilo tradicional de formular políticas en el país donde la sociedad civil siempre está ausente y las políticas se elaboran según intereses de determinados grupos de poder económico o político sin recoger la opinión e interés de las grandes mayorías. En realidad, la participación de los jóvenes en el proceso impulsado por el CONAJU fue única y peculiar; miles de jóvenes aportando, dialogando entre sí, expresando su apuesta por transformar el futuro. Todos estos aportes dan como resultado final la elaboración del Plan Nacional de Juventudes que fue aprobado y publicado en el 2006.

Pese al gran esfuerzo que significó la elaboración del Plan Nacional de la Juventud y la implementación de la institucionalidad juvenil en el país, el Gobierno de Alan García, argumentando la necesidad de ahorro decide mediante decreto supremo 010-2007 ED que el Ministerio de Educación (MINEDU) absorba el CONAJU y crea la Secretaría Nacional de la Juventud (SNJ) que a diferencia del CONAJU con rango ministerial, es una oficina adscrita al MINEDU. De esta manera, las políticas de juventudes a nivel nacional experimentan un enorme retroceso ya que la SNJ sólo tiene funciones de dirección en varios campos y no de decisión o formulación en temas de juventud.

En el ámbito regional, la cosa es igual o peor. En el 2004 se crea el Consejo Regional de Juventud (COREJU), instancia que desconoció por completo los lineamientos de políticas públicas impulsados por el CONAJU y cuya creación misma se realizó en medio de innumerables críticas por parte de los propios jóvenes entre las que destaca la poca apertura a las juventudes organizadas, la utilización y manipulación partidaria del espacio, así como la incapacidad de quienes se desempeñaban en él. Esto ha traído como consecuencia la deslegitimización de dicha instancia entre los jóvenes así como la irrelevancia, ineficacia e ineficiencia de sus iniciativas a favor del desarrollo de las juventudes de la Región, lo que contribuye, sin duda, a afianzar aun más el divorcio entre las juventudes organizadas y el COREJU.

Esta situación no hace más que remarcar la debilidad de las políticas públicas a favor de los jóvenes en el País y principalmente en la Región que, sin duda, es de alta preocupación ya que el desarrollo del país está marcado por el aporte de su juventud. El Gobierno no sabe qué hacer con los jóvenes y las veces que se ha intentado implementar iniciativas a su favor, éstas han devenido en procesos cortos e intrascendentes sólo a favor de la publicidad estatal y en desmedro del desarrollo de las juventudes del país.

Por otro lado, tenemos que afirmar que esta realidad plantea a los jóvenes la posibilidad para el ejercicio de su ciudadanía y la apuesta por procesos de incidencia que les permita colocar una vez más sus intereses en la agenda pública tanto nacional, regional y local. Ante la indiferencia del Estado, acción de los jóvenes, ante la volatilidad de las políticas apuesta por acoger, participar y hacer sostenibles tales decisiones. Ante la inacción de las autoridades el surgimiento y la apuesta por la organización de los propios jóvenes: plataformas, mesas redes, etc, que demanden y exijan la satisfacción de sus derechos recogidos y consagradas en la ley de Juventudes.


[1] ENAHO IV Trimestre 2002 - INEI