Dedico este artículo a una gran amiga, Mercedes, del caserío Solumbre en el distrito de Morropón, a quien conocí cuando coordinaba el proyecto: Juventud y Desarrollo Sostenible, una propuesta de gestión local, que CIPCA ejecutó en coordinación con la Municipalidad Distrital de Morropón en el periodo 2007 y 2008.
Era la etapa de selección de los/as jóvenes beneficiarios/as cuando, junto a otro joven morropano, llegamos a Solumbre después de haber cruzado las faldas del imponente, misterioso y desafiante cerro Pilán con la intención de invitar a los chicos/as a involucrarse en el proyecto. Allí conocí a Mechita, una joven entusiasta, risueña y muy conversadora. Fue precisamente ella quien nos puso en autos sobre la realidad de los y las jóvenes de su caserío: “Falta oportunidades, estamos excluidos de los programas del Estado, estamos pobres, sin trabajo, en el colegio no se enseña bien y un casi nulo protagonismo en el desarrollo de la comunidad. Además los muchachos/as de acá son bien miedosos” (tímidos).
En fin, el panorama de los chicos/as de Solumbre no era en nada diferente a la mayoría de los jóvenes de la zona rural. Y como ella misma nos dijo, “no solo eso, cuando uno es madre soltera a esta edad, todas las puertas se le cierran, al toque te dicen compórtate como parida y dedícate a tu hijo”. Mercedes, no solo compartía la situación de exclusión de muchos de sus amigos y amigas, si no que su maternidad duplicaba su marginación, la imposibilitaba para participar. El machismo enraizado en nuestra sociedad la había acorralado. Incluso le había hecho creer que ella y muchas otras jóvenes madres que no comparten vida de pareja con el padre de sus hijos/as, por el hecho de ser madres solteras, son unas “fracasadas”. Todos sabemos que no es así, la maternidad juvenil no es un fracaso si no un estado de vida como cualquier otro, que debe ser vivido a cabalidad, es decir, con pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos, incluido el derecho a participar y organizarse. La maternidad en la adolescencia y en la juventud no anula, por ninguna razón, los derechos de las personas, por el contrario hay una doble necesidad de reafirmarlos y asumirlos. Precisamente, cuando hicimos hincapié en el derecho que Meche tenía de participar que, con firme decisión, opta por involucrarse de lleno en el proyecto y de esta manera empezar a remar contra la corriente de aquellos que creen que las jóvenes madres en estado de soltería deben quedarse enfrascadas en las cuatro paredes de la casa de sus padres, pagando la culpa de su fracaso, incluso cargando sobre sus hombros la irresponsabilidad y en algunos casos la violencia del “padre” de su hijo/a.
Como nuestra amiga Mercedes, son muchas las jóvenes que comparten el estado de madres en estado de soltería. Precisamente, hoy que celebramos la maternidad, es preciso denunciar tal marginación por la que atraviesan muchas de estas madres jóvenes. Por otro lado, es preciso, exhortarlas y acompañarlas para que ninguno de sus derechos les sean negados. Ellas comparten los mismos derechos de todos/as y para todos/as: derecho a una vida digna, a la educación, a la salud, al trabajo, al esparcimiento y sobre todo, el derecho a organizarse y participar en las decisiones que se toman a favor del desarrollo de sus respectivos pueblos.
Estas madres jóvenes en estado de soltería deben tomar la firme decisión de participar y organizarse, lo contrario, las convierte en cómplices mudos de la situación de exclusión que están pasando. Es momento que levanten su voz y abandonen, por completo, ese silencio que termina doblando hasta el lomo más fuerte. El pueblo espera su protagonismo, sus familias exigen su aporte y, sus propios hijos reclaman un ejemplo que los inicie desde ya en la vivencia de una ciudadanía plena. Esta es, sin duda, la razón que empujó a Mercedes y otras jóvenes más, a involucrarse en estos procesos de formación ciudadana que les ha permitido salir de ese estado de anonimato al que muchos de sus vecinos/as y en algunos casos sus propios padres, las habían conminado.
La celebración de hoy para Mercedes es muy distinta a las pasadas, ya no marcada por el sentimiento de exclusión por ser madres a su corta edad, sino con esa sensación de libertad que es capaz de experimentar quien ha redescubierto la ciudadanía que el país necesita. Feliz día y disfruta mucho de la compañía de tu hermosa Rubí.
Era la etapa de selección de los/as jóvenes beneficiarios/as cuando, junto a otro joven morropano, llegamos a Solumbre después de haber cruzado las faldas del imponente, misterioso y desafiante cerro Pilán con la intención de invitar a los chicos/as a involucrarse en el proyecto. Allí conocí a Mechita, una joven entusiasta, risueña y muy conversadora. Fue precisamente ella quien nos puso en autos sobre la realidad de los y las jóvenes de su caserío: “Falta oportunidades, estamos excluidos de los programas del Estado, estamos pobres, sin trabajo, en el colegio no se enseña bien y un casi nulo protagonismo en el desarrollo de la comunidad. Además los muchachos/as de acá son bien miedosos” (tímidos).
En fin, el panorama de los chicos/as de Solumbre no era en nada diferente a la mayoría de los jóvenes de la zona rural. Y como ella misma nos dijo, “no solo eso, cuando uno es madre soltera a esta edad, todas las puertas se le cierran, al toque te dicen compórtate como parida y dedícate a tu hijo”. Mercedes, no solo compartía la situación de exclusión de muchos de sus amigos y amigas, si no que su maternidad duplicaba su marginación, la imposibilitaba para participar. El machismo enraizado en nuestra sociedad la había acorralado. Incluso le había hecho creer que ella y muchas otras jóvenes madres que no comparten vida de pareja con el padre de sus hijos/as, por el hecho de ser madres solteras, son unas “fracasadas”. Todos sabemos que no es así, la maternidad juvenil no es un fracaso si no un estado de vida como cualquier otro, que debe ser vivido a cabalidad, es decir, con pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos, incluido el derecho a participar y organizarse. La maternidad en la adolescencia y en la juventud no anula, por ninguna razón, los derechos de las personas, por el contrario hay una doble necesidad de reafirmarlos y asumirlos. Precisamente, cuando hicimos hincapié en el derecho que Meche tenía de participar que, con firme decisión, opta por involucrarse de lleno en el proyecto y de esta manera empezar a remar contra la corriente de aquellos que creen que las jóvenes madres en estado de soltería deben quedarse enfrascadas en las cuatro paredes de la casa de sus padres, pagando la culpa de su fracaso, incluso cargando sobre sus hombros la irresponsabilidad y en algunos casos la violencia del “padre” de su hijo/a.
Como nuestra amiga Mercedes, son muchas las jóvenes que comparten el estado de madres en estado de soltería. Precisamente, hoy que celebramos la maternidad, es preciso denunciar tal marginación por la que atraviesan muchas de estas madres jóvenes. Por otro lado, es preciso, exhortarlas y acompañarlas para que ninguno de sus derechos les sean negados. Ellas comparten los mismos derechos de todos/as y para todos/as: derecho a una vida digna, a la educación, a la salud, al trabajo, al esparcimiento y sobre todo, el derecho a organizarse y participar en las decisiones que se toman a favor del desarrollo de sus respectivos pueblos.
Estas madres jóvenes en estado de soltería deben tomar la firme decisión de participar y organizarse, lo contrario, las convierte en cómplices mudos de la situación de exclusión que están pasando. Es momento que levanten su voz y abandonen, por completo, ese silencio que termina doblando hasta el lomo más fuerte. El pueblo espera su protagonismo, sus familias exigen su aporte y, sus propios hijos reclaman un ejemplo que los inicie desde ya en la vivencia de una ciudadanía plena. Esta es, sin duda, la razón que empujó a Mercedes y otras jóvenes más, a involucrarse en estos procesos de formación ciudadana que les ha permitido salir de ese estado de anonimato al que muchos de sus vecinos/as y en algunos casos sus propios padres, las habían conminado.
La celebración de hoy para Mercedes es muy distinta a las pasadas, ya no marcada por el sentimiento de exclusión por ser madres a su corta edad, sino con esa sensación de libertad que es capaz de experimentar quien ha redescubierto la ciudadanía que el país necesita. Feliz día y disfruta mucho de la compañía de tu hermosa Rubí.