Hace una semana, nos volvimos a reunir diecinueve compañeros de la promoción del Colegio San Ramón de Chulucanas del año 1988.Concretamente, la promo del quinto A, Ramiro Prialé Prialé. Era la primera vez, después de 20, años que nos volvíamos a ver las caras, tanto entre compañeros de aula como con algunos de nuestros maestros.
Sin duda, el reencuentro, denominado 20 años después, estuvo cargado de muchas emociones. Sobre todo de inmensa alegría al ver los rostros de aquellos con quienes, por azar, compartimos cinco años de estudios secundarios en esa alma mater, que en aquel tiempo era catalogada de ser comunista por el simple hecho de exigir el respeto de los derechos de aquellos que acogía.
El reunirnos significó todo un reto ya que muchos nos encontramos fuera de la calurosa Chulucanas y no teníamos contacto alguno. Dos amigos, Alama y Moreno, quienes tenían comunicación, fueron los culpables de organizar tan magno acontecimiento y de verdad que se esmeraron en demasía ya que el encuentro salió de forma extraordinaria. Nos localizaron, llamaron, concertaron fecha. El punto de concentración fue, el menos imaginado: el cementerio, ya que lo primero que teníamos en mente era visitar a dos de nuestros compañeros que nos han precedido en el sueño de la paz: Arnaldo y Camilo.
Cinco minutos antes de las nueve del sábado 10 de enero, el suscrito se hizo presente. Unos dos o tres minutos después, bajaron de una mototaxi un colorado y otro que supuse era su familiar o un amigo. Era Raúl Gómez y quien lo acompañaba no era ni familiar ni desconocido, sencillamente se trataba de nuestro amigo Yuri, irreconocible el hombre, con unos cuantos kilos más de los que tenía en quinto año y su estatura que infringía respeto. El encuentro fue todo un acontecimiento, marcado por abrazos y risas. Sobre todo por la infaltable expresión llena de júbilo: Promoción. Luego fueron llegando, uno a uno, Moreno, Alama, Villegas, Rojas Mendoza, Saavedra. Algunos irreconocibles que dejaban notar sus primeras canitas y una calvicie amenazadora. Irreconocible, sobre todo, por esa muestra de madurez hasta los dientes, fruto sin duda del trajinar de la vida, de la experiencia y no cabe duda, de la formación recibida por aquellos que nos toleraron y apostaron por cada uno de nosotros durante los cinco años que supone la educación secundaria: nuestros maestros y maestras. A ellos nuestro sincero agradecimiento. Sobre todo a nuestra querida “verde”, la profesora Martha Castro, quien nos acompañó en la romería a la tumba de nuestros amigos.
Terminada la visita a los compañeros que yacen el sueño eterno, enrumbamos a nuestra alma mater. Para sorpresa, nos esperaba unos anfitriones de lujo: El director, profesores, incluso el tutor de la promo hizo su arribo al plantel. Ellos, con rostro lleno de orgullo, nos hicieron formar y nos dirigieron al salón de clase. Una vez en él, nuestra profesora de geografía, la “verde”, impartió una clase en su materia. No saben cuanto la disfrutamos, con el mismo espíritu de antaño por parte nuestra y la misma entrega por parte de la profesora: empeño, tenacidad, calidad y alto conocimiento. Terminada la clase de geografía, siguió una lección de Educación por el arte. El encargado, el profesor Pedro Sánchez, nuestro tutor. Finalmente, tomo la palabra el Profesor Emilio Maticorena, hoy director, en ese entonces responsable de dictar la materia de Matemática, quien con gran alegría nos felicitó y agradeció la visita. Por nuestra parte solo atinamos a comprometernos a donar algo a nuestra escuela que tanto nos dio y alimentó. Concientes que ahora nos toca retribuir lo mucho que nos confirió.
Por su puesto que tan emocionante mañana no podía concluir sin antes comernos el tradicional cevichito, es precisamente en la mesa donde se sella y consolida la amistad. Para ello, no hubo mejor lugar que una de las picanterías de uno de los integrantes de la promo, nuestro coetáneo Villegas Pintado, quien compartió con nosotros el primer año ya que por motivos de mudanza familiar tuvo que trasladarse a Sullana. El traslado fue de inmediato. Allí, en medio de ceviches y sudados de congrio y cabrillón, continuamos compartiendo los quehaceres y abatares de cada uno.
La tarde fue dedicada a sudar la camiseta, en un emocionante encuentro deportivo. A muchos nos dejó molidos corporalmente pero fortalecidos en el alma al saber que aun continuamos compartiendo una pasión sin importar la técnica o la destreza. Lo fundamental es el sentirnos familia, hombres de una misma escuela de principios y valores.
Por la noche, la tradicional misa de salud y la infaltable fiesta de reencuentro. En ambos eventos no podían falta nuestros mentores: el profesor Pompilio Pozo, Palacios, Guillermo, Emilio, las profesoras Rosario y Martha Castro, y nuestro gran amigo, responsable de la disciplina, el recordado y siempre joven Amador. La ceremonia fue sencilla pero toda llena de gestos y símbolos que mostraban la alegría de volver a estar juntos. La fiesta tuvo su máxima expresión cuando todos, a capela y contraviniendo las leyes de la música, entonamos nuestro recordado himno al colegio: “Lucha, oh, juventud, por el ideal del bien, de la belleza y la verdad…”
El escenario de la fiesta de reencuentro estaba presidido por una gigantografía con la foto de la fiesta de promoción del 88. En ella, con mucha nostalgia podíamos ver los rostros joviales y risueños de todos los promocionales. Bastante distintos a los que en esa noche compartían un delicioso pavo al horno, vidrios bien halados y bailes al ritmo de las orquestas piuranas. Increíble, como el tiempo cambia al ser humano, en el caso nuestro ha significado un cambio que ha solidificado nuestra humanidad. Antes principiantes, hoy hombres hechos y con una madurez envidiable. Antes con preocupación en que voy hacer, hoy médicos, profesores, ingenieros, apicultores, agricultores, empresarios del humor, topógrafos, cuya única preocupación es continuar creciendo en aquello que han elegido como opción de vida. Demás está recordar que los abrazos fueron los que menos faltaron esa noche, la típica ronda de baile que fue dirigida por Rosario Marcelo y animada por Martha Castro. Todos servían comida, deschapaban cerveza, repartían torta, sin reparar en rangos y etiquetas, lo que primo durante toda la noche fue el entusiasmo, el compañerismo, la amistad, la colaboración. En definitiva, el ambiente estaba lleno de vitalidad, igualdad y fraternidad. Se respiraba a cariño, alegría, júbilo, regocijo, gozo que ni mil palabras bastarían para describir algo tan inefable.
El corte fue otro cantar. Reunidos alrededor de una mesa de la picantería la Canducha, degustamos deliciosos ceviches, sudados y unas cuantas chelitas. Allí armamos el directorio y nos comprometimos a aportar, desde nuestra pobreza, para la adquisición de un equipo de cómputo y donarlo al colegio. Ese es nuestro compromiso inmediato y junto a él está también aquel de mantenernos siempre juntos y hacer de la solidaridad y la verdad nuestro emblema en todo momento, recordando siempre que la vida es como un chiste, no importa cuanto dure, lo que realmente importa es que haga reír y todos estamos dispuestos a continuar haciendo reír a este pueblo que nos amamantó mañana, tarde y noche. Salud por todos y que continúen los éxitos.
Despedida no hubo, solo un nos vemos.
martes, 20 de enero de 2009
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