jueves, 16 de octubre de 2008

PEDIR AYUDA ES TAMBIEN DE HOMBRES

Para nosotros los varones,
superar nuestra violencia sin pedir ayuda
es como el sueño de aquel que pretende llegar a la azotea
sin hacer uso de las escaleras.
¿Pedir ayuda? ¿Qué es eso? ¿Es una broma verdad? Son preguntas que quizá surjan en los varones que leemos esta frase acostumbrados a considerarnos autosuficientes, superiores, los que no necesitan nada ni a nadie, aquellos que cuando caemos rehusamos la mano del amigo/a con el siempre presente, tajante y cínico “no es para tanto” a pesar que la necesitemos. Pues si hay algo que la masculinidad hegemónica nos ha inculcado es que ser hombre es salir siempre airoso de cualquier situación que se nos presenta por nosotros mismo, si ayuda de nadie.

Pero ¿por qué a nosotros los varones nos cuesta pedir ayuda? ¿qué es lo que está detrás de esa negativa?. En ello, mucho tiene que ver la construcción social de nuestra masculinidad. Desde niños hemos sido educados para resistir y salir airosos de cualquier situación. Ejemplos clásicos de ello es que cuando un bebe varón cae al suelo el “déjalo que se pare”, “acaso no es hombre” se presentan inmediatamente. A diferencia de la mujer, hemos sido educados para ser rudos, fuertes, toscos, incluso groseros, lo que en el fondo supone el valernos por nosotros mismos lo que provoca que la ayuda sea una cosa ajena a nosotros, mucho menos si esa ayuda viene de una mujer o de una persona a quien nosotros consideramos inferior.

El pedir ayuda en nuestra cultura se ha convertido en un signo de debilidad, contrario a lo que la masculinidad hegemónica considera como atribuciones masculinas: fuerte. Pero este rehusar la ayuda, hace de nosotros los varones seres aislados, nos lleva ahogarnos en un mar de dolor y por sobre todo perder la gran maravilla de compartir y recibir sugerencias para el cambio, superación y por ende para nuestra realización personal. Las veces que comunicamos problemas, no lo hacemos con el afán de ser ayudados sino simplemente como una manera de desfogar lo que llevamos dentro o lo que es peor, con el afán de demostrar que a pesar de ello nos mantenemos inalterables, imperturbables; Nos las podemos arreglar solos.

En el caso de la violencia familiar, que mayoritariamente es ejercida del varón hacia la mujer, la negativa de los varones a buscar ayuda para superar su violencia se hace evidente. Creen que ellos, por si solos van a cambiar de ahí que es común encontrar en varones que violentan a sus esposas he hijos un auto compromisos de “ya no lo volveré hacer”, sin embargo vuelven a ejercerla y el compromiso hecho es dejado de lado. Por ello, es importante señalar que, pedir ayuda es también de hombres, es de humanos dada nuestra condición de seres inacabados, seres en camino hacia... y que mejor que este caminar sea de la mano con nuestros/as coetáneos/as. Pedir ayuda, no es perder, no es mostrar debilidad, sino algo común a todas las personas. Al contrario, el pedir ayuda se convierte en la gran oportunidad que se nos presenta a los varones para crecer, desarrollarnos y en el caso de nuestra violencia doméstica como la única, mejor e ineludible vía para superarla; pedir ayuda es también de hombres.

Sin embargo, es importnte que la ayuda que los varones necesitan para superar su violencia tiene que estar libre de complicidades. Es muy común encontrar casos en los que, lejos de ayudar a superar la violencia, la agravan, la legitiman, he incluso, inconscientemente, la incentiva debido a que quien brinda la ayuda comparte ideas y creencias que la alientan y culpabilizan a la mujer como la causante de la violencia que se ejerce sobre ella. La ayuda a quien ejerce violencia doméstica sólo será eficiente y eficaz si viene de quien o quienes han pasado o están pasando por un proceso de superación de su propia violencia; por un proceso de desconstrución de sus propias creencias y valores que incitan a la violencia.

No hay comentarios: